Barreras aduaneras de EE. UU.: ¿Rumbo a una guerra comercial 2.0?

El 14 de mayo, la administración de Joe Biden anunció un importante aumento de los aranceles a las importaciones de productos chinos, por un importe de más de 18.000 millones de USD en 2023, que sumados a los introducidos en 2018 y 2019 por su predecesor, Donald Trump, y a la pandemia de COVID-19, han contribuido a una reorganización del comercio entre China y EE. UU.

¿Quién se beneficia de la reorganización comercial?

 

El valor de las importaciones estadounidenses afectadas por las subidas de aranceles cayó más de un 30 % entre 2017 y 2023. Además, aunque el valor de las compras estadounidenses de otros productos chinos se ha mantenido, esta evolución ha contribuido a que China perdiera el año pasado su posición como mayor exportador del mercado estadounidense en favor de México.

Junto con Vietnam, México parece ser el principal beneficiario de esta reorganización comercial. Aunque los vínculos comerciales entre Estados Unidos y China parecen haberse debilitado, la realidad es más matizada. El aumento de las exportaciones chinas a México y Vietnam en los últimos años sugiere, por ejemplo, que el tránsito de productos chinos a través de terceros países podría estar difuminando la lectura de los datos comerciales. Por lo tanto, la conclusión de un desacoplamiento entre China y los Estados Unidos parece precipitada en este momento.
 

Tensiones con China

La decisión del Gobierno de Biden marca una nueva etapa en las tensiones entre China y Estados Unidos, pero está en línea con las medidas adoptadas desde que asumió el cargo en 2021. El aumento de las barreras aduaneras es coherente con el objetivo de seguridad nacional declarado abiertamente de «suplantar a China». Al imponer aranceles al acero, aluminio, semiconductores, vehículos eléctricos, baterías, minerales críticos, células fotovoltaicas, grúas de barcos y productos médicos, esta decisión confirma el deseo de la actual administración de contrarrestar a China en sectores estratégicos en los que ya se está consolidando como pieza clave en las cadenas de suministro. Con el rápido crecimiento de las exportaciones chinas de vehículos eléctricos, baterías de litio y productos fotovoltaicos, descritos por las autoridades chinas como las «tres nuevas industrias», estas medidas comerciales parecen ser una respuesta directa a la creciente preocupación por el exceso de capacidad china.

Dicho esto, los nuevos aranceles parecen haber sido cuidadosamente diseñados para limitar la interrupción de la cadena de suministro para las empresas estadounidenses:

  • Por ejemplo, la cuadruplicación inmediata de los aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos podría haber sido noticia, pero es probable que el impacto sea mínimo dados los bajos volúmenes que actualmente se exportan al mercado estadounidense.
     
  • Los insumos chinos que actualmente parecen ser los más críticos para las cadenas de suministro de vehículos eléctricos estadounidenses (imanes permanentes, grafito y algunas baterías), y cuyos volúmenes de importación han crecido más rápido entre los productos objetivo, no estarán sujetos a estos derechos de aduana adicionales hasta 2026.
     
  • Los sectores objetivo son también los promovidos por los planes de inversión adoptados por la Administración de Biden-Harris, como la Ley de Reducción de la Inflación, la Ley CHIPS (leyes promulgadas en agosto de 2022) y la Ley Bipartidista de Inversión en Infraestructuras y Empleo (noviembre de 2021). Estas subvenciones y otros incentivos para apoyar la reactivación de la industria manufacturera estadounidense han estimulado la inversión en nuevas plantas. No obstante, queda por ver si esto será suficiente para alcanzar el objetivo del liderazgo estadounidense en las industrias de energía limpia y semiconductores.

Otras repercusiones

Si bien es probable que el impacto económico inmediato sea limitado, la actuación de EE. UU. podría ser más significativa políticamente, al alentar a otras economías a adoptar medidas similares contra los productos chinos. El 12 de junio, la Unión Europea anunció que a principios de julio entrarían en vigor derechos de aduana adicionales, que oscilarían entre el 17,4 % y el 38,1 % según el fabricante, sobre los vehículos eléctricos producidos en China. Además de la decisión de la administración actual, las promesas de campaña del candidato Trump de introducir aranceles globales del 10 %, y de apuntar a todas las importaciones chinas con aranceles de al menos el 60 %, están alimentando las preocupaciones sobre la política comercial estadounidense, independientemente del resultado de las elecciones de noviembre. 


En un contexto geopolítico cada vez más complejo e incierto, también aumentan los temores a la fragmentación del comercio mundial. El primer acto de las guerras comerciales, la pandemia y la guerra en Ucrania (especialmente debido a las preocupaciones que ha suscitado sobre la seguridad alimentaria) son factores que ya han contribuido a un intervencionismo comercial creciente, y en la mayoría de los casos perjudicial, en los últimos años. La escalada de las barreras aduaneras sería entonces sinónimo de aumento de los costes para las empresas, lo que contribuiría al riesgo de un futuro más inflacionario.
 

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