Nearshoring en México: ¿oportunidad o falsa promesa?

Ya sea deliberadamente o como táctica de negociación, los aranceles a la importación del 25% propuestos por el presidente electo Donald Trump sitúan a México en una encrucijada. Marcos Carías examina el papel de Estados Unidos tanto en la historia del desarrollo económico de México como en su futuro.

Para los Estados Unidos la situación de México como destino preferente para el "nearshoring" (deslocalización en estrecha proximidad geográfica) parece evidente desde hace tiempo. Cuenta con una mano de obra numerosa y competitiva, un historial demostrado en la construcción de una base industrial sólida, está geográficamente cerca y, sobre todo, disfruta de acceso preferencial al mercado estadounidense.  El Presidente electo Donald Trump ha anunciado su intención de imponer aranceles del 25% a las importaciones mexicanas actuales si el Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum no cumple las expectativas en la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal. Aunque reiteró su voluntad de cooperar, insistió en las medidas ya adoptadas para frenar el flujo de migrantes y dijo que los aranceles de represalia estaban sobre la mesa. En este contexto, las empresas tienen razón al preocuparse por la rentabilidad de las deslocalizaciones.

La cuestión de si las amenazas arancelarias son una intención firme o una táctica de negociación ha sido objeto de muchas especulaciones. Los optimistas apuntan al precedente sentado durante el primer mandato de Trump, cuando las amenazas de imponer aranceles generales del 5% fueron retiradas tras alcanzar un acuerdo sobre seguridad fronteriza con el predecesor y mentor político de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador. Los observadores más pesimistas apuntan a la creencia declarada de Trump de que un déficit comercial significa perder negocios, y que el segundo mayor déficit bilateral de EE.UU. es con México. Sólo el tiempo dirá cuál de estas opiniones resultará más acertada, pero mientras el riesgo de aranceles penda de un hilo, el modelo de crecimiento basado en las exportaciones de México soportará el peso de la incertidumbre.

El papel crucial de Estados Unidos en el desarrollo de México

Para poner las cosas en perspectiva, debemos considerar el papel histórico desempeñado por el mercado estadounidense en el desarrollo de México. La historia reciente puede dividirse en tres fases distintas

  1. El milagro mexicano (1940-70): Durante este periodo, el país fue uno de los pocos de América Latina en aplicar con moderado éxito la industrialización por sustitución de importaciones. Se aplicaron aranceles, subsidios y cuotas a la importación de productos estratégicos como textiles y automóviles para facilitar las primeras fases del boom de las maquiladoras, y permitió la realización de numerosos proyectos de infraestructuras patrocinados por el Estado, como presas hidroeléctricas, ampliación de la capacidad petrolífera, autopistas y ferrocarriles. En particular, en este periodo se produjo la primera oleada de expansión de las inversiones de las grandes empresas automovilísticas estadounidenses, que no se contentaron con mirar al mercado nacional mexicano. El crecimiento se vio impulsado por la demanda interna, alimentada por el dinámico crecimiento demográfico y la inversión pública.
     
  2. La década perdida (principios de los 80 - principios de los 90): Las políticas públicas no eran baratas y el Estado acumuló un importante sobreendeudamiento, con una parte creciente de deuda externa. En agosto de 1982, el Estado se declaró en suspensión de pagos y recurrió a préstamos de emergencia del Fondo Monetario Internacional, lo que dio lugar a un periodo de austeridad y elevados tipos de interés destinado a restablecer la credibilidad a costa de una dolorosa depresión. La confianza de los inversores se vio gravemente dañada y la expansión industrial se resintió.
     
  3. Liberalización del comercio (mediados de los 90 - actualidad): A pesar de otro episodio de turbulencias con el peso mexicano durante la crisis monetaria de 1994, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1992 sentó las bases de una era de mayor integración con la economía estadounidense. El crecimiento se orientó cada vez más hacia el mercado estadounidense, y México se convirtió en el mayor socio comercial en 2023, tras ganar años de cuota de mercado a China. Con el cambio inducido por la pandemia hacia la resiliencia de la cadena de suministro, el nearshoring empieza a parecer una forma de salir de la trampa de la renta media. Entre agosto de 2022 y diciembre de 2023, la inversión en construcción no residencial aumentó un 57%, impulsada en gran medida por instalaciones industriales y almacenes (así como grandes proyectos de infraestructuras públicas).
     

En los últimos años, los inversores parecen estar un tanto a la defensiva, o al menos adoptando una postura más expectante. Los flujos de inversión extranjera directa (IED) alcanzaron su máximo en el segundo trimestre de 2022, con 42.000 millones de dólares (por debajo del máximo de 51.000 millones de dólares del primer trimestre de 2014, que siguió a las reformas de liberalización del sector energético), y las reinversiones de las empresas existentes eclipsaron los nuevos flujos. Por tanto, México parece encontrarse en una encrucijada de aquí a 2025.

Con opciones limitadas, México se encuentra en una encrucijada

La vuelta al crecimiento a través de la demanda interna no parece una opción viable, ya que la población en edad de trabajar aumenta un 1%, frente al 3 a 3,5% de los años sesenta y setenta. Además, poco se puede hacer para diversificar las exportaciones fuera de Estados Unidos, ya que las malas perspectivas de crecimiento enturbian las perspectivas en otros países desarrollados. Los incentivos para salvar el proyecto de deslocalización son, por tanto, importantes, y para ello será necesaria una relación funcional entre los jefes de Estado, ambos al principio de su mandato.

El acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA), sucesor del TLCAN, se revisará en julio de 2026. Será una oportunidad para renegociar los términos del acuerdo y encontrar puntos en común. El USMCA se firmó durante el primer mandato de la administración Trump en 2018 para ofrecer la garantía de que se podía esperar un entorno comercial estable durante al menos seis años. La plena ratificación tripartita (cumpliendo las condiciones de los tres países) enviaría una señal fuerte y bienvenida a la comunidad empresarial. Si una de las partes se abstiene, el tratado se revisará anualmente, lo que resulta mucho menos tranquilizador para las empresas que deseen comprometer grandes cantidades de capital. Si la promesa de deslocalización sigue estando al alcance de la mano, podemos esperar que México necesite una capa extra de hábil diplomacia para llegar a su destino.

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